jueves, 2 de julio de 2009

Un abrazo fuerte

¿Aún me recuerdas? Lo dudo, y sin embargo yo aún guardo memoria hasta de tu nombre. "Qué cara de haber sufrido tiene esta mujer" me susurró mi compañero de mesa en aquella cena. Y era cierto, tan sólo cinco años después del fin del infame apartheid, el miedo aún flotaba espeso en el aire de Sudáfrica, en los ojos de miles de personas y en las cicatrices de tu cara.
Soy aquella turista con cuyo grupo una noche reiste y bailaste -siempre escondiéndonos de los "capataces"- tras servir la cena en el Sun City. Al acercarme a ti para despedirme con dos besos, me sorprendiste con tu enorme abrazo. Pocas cosas importantes hay que no puedan decirse con un abrazo entre dos seres humanos. Y yo aprendí muchas del tuyo.
Aprendí el inmenso valor del dolor sin rencor, de la verdadera reconciliación y, por encima de todo, la enorme fuerza de la esperanza. Porque nunca nadie me había abrazado así, con tanta ternura. Hace diez años ya, y una parte de ti sigue viviendo en mí, porque cada vez que abrazo a un ser querido procuro transmitirle algo del espíritu que recibí de ti. Un abrazo fuerte, Amaria.

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