El polvorín del planeta se llama Oriente Medio: cuna de profetas permanentemente enfrentados, reserva mundial de petróleo y, si naciste mujer, algo parecido al infierno en la Tierra.
La hombría es cosa extraña: los temibles guerreros pasthun de Afganistán creen firmemente en su viejo proverbio "Todas las mujeres son despreciables, incluida tu madre y tu hermana". Para ellos, el amor auténtico es hacia quien merece respeto y se repeta al guerrero, las mujeres no luchan. El amor talibán es entre hombres.
Como contrapunto, en los ejércitos occidentales durante años los homosexuales padecieron todo tipo de prejuicios y persecuciones. El motivo: se les consideraba indignos de la lucha. Unos y otros parecen coincidir en un solo punto: la hombría reside en la capacidad de matar.
¿Cómo sería nuestro planeta si las mujeres de Oriente Medio gozaran de los mismos derechos que los hombres? ¿Cuál sería el equilibrio de fuerzas en un mundo en que su mitad tuviera, al fin, voz y voto?
Claro que todo empieza porque ellas se reconozcan mujeres, seres humanos dignos de amor y respeto. Porque hay mujeres, aún en Occidente, defendiendo el burka. ¿Hubo personas negras que defendieran el apartheid?
El más cruel desprecio es el que siente una persona por sí misma.